4 de agosto de 2010

despedida

Esta vez no llamó al timbre y abrió la puerta despacio, no quería despertarla, las magdalenas de chocolate aún estaban calientes y se dispuso a hacer un té y café en la cocina, el olor la despertaría y sino el abrazo que le daría al verla. En la mesa, dos hermosos tulipanes de color rojo intenso descansaban sobre un pequeño tubo transparente y no faltaba ni un solo detalle para desayunar, la luz de invierno tímida y tenue empezaba a asomarse, traspasando las cortinas de las pequeñas ventanas del salón. Él estaba nervioso esperando ver sus ojos, oirla otra vez, no sabía como contarle que ya no podría volver, que los personajes de su historia serían sin duda ahora como él o que quizás formaría parte de sus cuentos de relaciones imposible o de amores desdichados.
- Buenos días abuela, le dijo con un beso
-Fran...hijo.......Fran. Dos gruesas lágrimas caían de sus ojos. Dime...
-Ahora no, abuela, es hora de disfrutar...solo sonreir...tenemos tiempo para todo, ya verás
Y así con besos y abrazos, llenaron las tazas de café y té, ella saboreaba las magdalenas que él había traido con tanto cariño, observaba cada detalle con tanto amor y se sentía felíz, la mujer más feliz al lado de su nieto, era hora de disfrutar sin duda, y eso era lo que ambos hacían, risas, caricias y minutos de felicidad para guardar en los recuerdos más bonitos.
- Dime que te quedarás....
- Tengo que irme y tú lo sabes, me iré a preparar un trabajo a Francia, luego a Londres y después a América estaré fuera casi dos años, vendré a verte cuando pueda ,te llamaré para que me cuentes algo, no creas que te vas a quedar sin decirme nada.
Fran no pudo seguir, la tristeza invadía su corazón y las lágrimas asomaban en sus ojos.
-Y a Su qué le digo- Siempre pensó que no sería capaz decir eso, que las cosas entre él y Su las resolverían ellos.
- Nada, las explicaciones van a sobrar, ella no me perdonará.
A la memoria de Fran aparecian una tras otra las páginas de los informes que iba redactando sobre ella para Alvaro, las miles de investigaciones que había hecho sobre su familia y su pasado, él lo sabía todo de ella y no  había sido capaz de contarle lo que hacía desde que formó parte de su vida al meterse en su corazón.
- La llevaré conmigo siempre, pero es mejor así abuela, es mejor.
-Siéntate, que hoy tengo que contarte algo antes de marcharte, recuerda que te cuidaré aunque no quieras, por algo soy tu abuela....
Y empezó como siempre, secó sus lágrimas y con una amplia sonrisa lo abrazó para sumergirle en un mundo maravillloso de palabras y susurros que sólo ella sabía hacer muy bien.

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