27 de octubre de 2010

12. Allí debajo

Dime y dame, toma y  no vuelvas a pedir más. Así llegó mi cuarto año de vida en compañía de mis padres y mi abuela, recuerdo mi niñez tan cercana, que parece que todavia la toco con los dedos, el día que miré hacia atrás recopilando una a una mis alegrías y mis penas, todas de atrás, de años anteriores a los que tengo ahora, una sonrisa se dibujó en mi rostro, pensé que este era un buen modo de soñar...y seguir volando.

Las veces que menos vuelven a mi, pero que existieron, son las de estar triste sobre el columpio del patio interior de la casa de mi abuela, me gustaba estar horas y horas mirando como el suelo se movía bajo mis pies intentando irme del mundo, de la realidad, de la pena que me invadía cada vez que hacía eso. Mis pies flotando y allí debajo el mundo, con sus flores de colores y su  cielo azul, con sus risas y paseos al sol, con su luz y su paz, ese mundo que yo no pisaba porque lo miraba desde allí, desde mis pies descalzos, flotando a vaivenes. Todo era muy triste cuando alguien a quien yo quería me hablaba con firmeza, las palabras mal dichas a veces suelen grabar en tu corazón una herida que es difícil de saber su procedencia, ni porqué ocurre ni siquiera cómo curarla...y de repente te sientes muy mal y las lágrimas salen y salen sin parar, eso era lo que me pasaba por eso me detenía en el columpio y paraba el tiempo, el tiempo de esa herida como si quisiera retrocederlo..pero ya lo aprendí....no se puede. Ese momento era eternamente triste y a veces veía mis lágrimas caer en el vestido rosa que me ponía mamá para parecer más guapa -todavía- eso decía, y las veía y me manchaba y me ponía todavía más triste, a veces venía mi abuela a darme besos en los ojos, en las manos o me cogía e intentaba despegarme del columpio, pero yo no salía, no me movía y a cada segundo de caricia venían dos de pena y a cada beso dos de querer volar...pero volar de verdad. Intentar modificar en un ápice lo que me llevó albergar esa herida en mi corazón...no supe hacerlo en ninguna de las ocasiones, aún eso no lo he aprendido.Por eso cuando me vuelve a ocurrir, busco lo más alto par subirme en ello y mirar el mundo desde allí.....luna como me gustas.

24 de octubre de 2010

11. Mía

Es curioso como el mundo da vueltas, gira sin detenerse y caminamos en él como torbellinos de aire fresco cada uno a su ritmo, a su son.
No me acostumbré a tener tres años, no se porque tendría que hacerlo, solo deduje que debería y no lo hice, algunas cosas son así, yo en ese tiempo quería crecer, poder conducir, llevar el pelo de cualquier manera, y no con las coletas que me hacia mi madre, quería salir cuando llovía y que las gotas me mojen sin descanso, quería amanecer cuando aún los pájaros estaban dormidos y esperar que la naturaleza se despierte, ver las películas catalogadas para adultos, leer las novelas rosa,  probar a que sabe el café, y sobre todo quería crecer porque creía que los adultos podían y sabían hacerlo todo, todo cuanto podían para hacer felices a los demás.....ya, ...en eso me equivocaba.
Mi madre se quedaba cada vez más triste cuando se iba papá pero yo me encargaba de entretenerla lo suficiente, entre mis ayayais y mis fiebres y lamentos tenía bastante, aunque disfrutaba más cuando mis cuentos,  mis masajes y mis peinados. Nos divertíamos al caer la tarde cuando el sol dormía, ella se levantaba muy pronto y las dos iniciábamos el día en rumbos distintos: trabajo y escuela, no se cual era más duro. 
Mi abuela me llenaba de sabiduría con sus enseñanzas y a veces, cuando hablaba con mi padre por teléfono conseguía no echarle de menos por las noches.

La lectura se había convertido en algo habitual, cada noche necesitaba adivinar lo que encerraban las palabras y todo me parecía maravilloso porque sabía que ese mundo en el que yo pensaba existía a través de los libros.
Iba a la biblioteca una vez por semana al menos, mi madre decidió adoptar esta rutina después de darse cuenta que yo no tenía fin en cuanto a la lectura. Otro de mis entretenimientos era disfrazarme de todo un poco, pero sobre todo poniéndome muchos artilugios en la cabeza, en los brazos y salir baioloteando por la casa y a veces por la calle, era divertido adoptar formas insospechadas, personajes pintorescos y actitudes que nunca crees que puedes tener dentro de ti, ser otra persona, y no es que tuviese personalidad múltiple pero casi.
En este tiempo aprendía a bailar, a jugar con niñas de mi edad, a comer caramelos, a montar en bici, a patinar, a decir y a crecer. Me gustaba mirar con los ojos de lectura toda mi realidad, saber que  mi profesora podía ser una hada celeste que dotaba de saberes a sus pequeñas hadas y hados, que algunas calles por las que pasaba podían haber sido caminos de hierba fresca con hermosos girasoles a los lados, que el patio de recreo encerraba pasillos secretos que te llevaban a paraisos inigualables donde podías recorrer aventuras sin fin, que mi abuela era una bruja buena que sabía hacer pociones que me hacian aprender todo más rápido y curaba todos mis males con perfumes de alhelí que solo encontraba en un bote que guardaba en lo más alto del mueble de la cocina, que mi abuelo me miraba desde las nubes porque adoptaba las formas que yo dijera si apretaba los ojos y volvía abrirlos cada vez que quisiera, que mi padre era un capitán pirata de un barco extranjero al que solo accedían los malechores de ciertos confines del planeta para navegar con él y ver dragones y seres mitológicos que habitaban en el mar y por eso nunca me llevaba con él por sus misiones de alto riesgo. Lo miraba todo con esos ojos y me gustaba hacerlo.
Pero no encontré en todo mi mundo nada para situar a mi madre, con su sonrisa de labios carmesí, con su voz dulce y tenue que susurraba a mi oído las mejores historias, sus manos de caramelo llenas de caricias que brotaban una tras otra, incluso cuando se enfadaba podía ver a través de ella la verdad, mi única verdad: solo existe una....una madre. En todos mis mundos, mi  madre siempre sería eso, mi madre.

20 de octubre de 2010

10. Esperar

Con tres años, que para mi ya eran muchos, las cosas pasaban todas seguidas sin detenerse, a veces, me parecía que estaba en una pelicula de los 70 de esas que se proyectaban en blanco y negro y salía un hombrecillo con el sombrero y el bastón, con su bigote negro haciendo diversas acciones graciosas. Así me veía yo, el colegio con sus aprendizajes, algunos llorando, otros corriendo sin control, coordinarnos en grupo era desafiar a las leyes de Murphy, ni Pávlov con todos sus estudios nos movía de nuestro particular autismo que a veces se agravaba por momentos, eso es así al principio, le consolaban sus compañeras a mi "profe", pero luego ya verás que bien. Después la comida y es que todos se empeñaban con que había que comer de todo y yo pensaba, y ellos que saben si yo veo que los adultos solo comen lo que les apetece.... ya, querían engañarnos siempre. Mi madre me apuntó a natación, que por cierto era una pesadilla, el autocar nos recogía en el colegio y nos llevaba a las piscinas y no entiendo muy bien porque todo el mundo hablaba gritando, el tono más elevado que jamas podría imaginar, allí hacía mucho calor parecía que siempre era verano y yo con mi bañador rojo y mi albornoz a juego para meterme al agua con mi monitor que me lanzaba y me recogía como una tabla más de la piscina, acostumbrarse a eso es un poco difícil y nadar ya ni que decir. Después otra vez a casa de la abuela a esperar a mi madre.

Así iba yo, en mis rutinas diarias, cuando un día saliendo de piscina no vino mi abuela, ni  mi madre, ni nadie, me quedé muy triste de la mano de la monitora que mas gritos daba, pero en ese momento me dijo muy bajito, no me sueltes, ya te acompaño yo hasta que venga tu abuela ¿vale? y yo asentí, pero en el fondo se lo agradecí, por no gritar y por enseñarme que las cosas se pueden hacer de varias formas y que debes estar atenta para no etiquetar a nadie. Por fin, llegó.........mi padre??. -Papá!!!, me lancé con una sonrisa, le di muchos besos y me llevó  a hombros a casa de la abuela, tomamos chocolate de camino y me supo a cariño, a recuerdo, a ganas de seguir así con él, de rodear mis brazos a su cuello y girar sin parar, me supo a te quiero y a sueños. Ya en casa todo era armonía, mis padres prepararon el baño y después de muchos mimos cenamos y luego el cuento de mamá pero esta vez los tres juntos oyendo, diciendo y volando. Las imágenes de esos momentos traspasan lo descriptible, no hay nada que decir acerca de eso...simplemente maravilloso.
Las veces que mi padre estaba en casa eran así, aún puedo escuchar las llaves tras la puerta, sentir el vértigo de elevarme por los aires, soñar con cada una de sus caricias y llorar al recordar sus maravillosos abrazos. En mi rostro se dibujaba una sonrisa que no se borraba ni en sueños, y mi mente juguetona, a la que le gustaba salir, solo quería quedarse a su lado para volar con él, nunca entendí muy bien por qué no podía soñar conmigo y hacerme girar en mi torbellino de ideas fluorescentes, mi padre sellaba mis pies y yo permanecía dando vueltas a mi mundo a su lado. Tenía miedo de perderlo, de mirar la ventana como mamá, de llorar en silencio como la abuela y de esperar, tenía miedo de esperar, porque en el tiempo de espera las ideas vienen y van unas tras otras, te envuelven y te hacen albergar miles de alternativas, unas calladas y quietas otras más inquietantes y algunas tristes, las ideas dan vueltas y tu no sabes elegir con cual quedarte y sigues esperando y no sucede nada.....esperar con la esperanza de volar, de desplegar tus alas al mundo, pero no puedes, no sucede y sigues esperando, recoges tus ganas, tus deseos, tus razones y se queda tu miedo y tu pena.

- Dile adiós a Papá, Lena- me dijo mi madre

Y yo no quise hacerlo, lo dije muy bajito para que nadie me oyera, ni siquiera el silencio, ni mis miedos.

19 de octubre de 2010

9. Volando

Mis días podían ser infinitos cada vez que recuerdo mi inicio en la etapa escolar. El colegio no me terminaba de convencer del todo, no estaba segura de aprender allí lo que en realidad necesitaba, asi que con tres años cumplidos seguía haciendo de las mías en clase. Esta vez tuve una maestra con mucha paciencia y al parecer le importaba todavía menos que a Sara que yo ande urgando en los rincones más insospechados del aula, que explote cuando hacíamos plástica y que no deje dormir a nadie a la hora de la siesta, ella me dejaba hacer y sonreia, creo que en el fondo le parecía un reto y un atrevimiento positivo el mío.
Sin embargo, mis años no me dejaban aprender constructivamente como mi madre quería y aunque debo reconocer que aprendí allí casi todo lo que ahora se, la proyección de mi mundo interior necesitaba salir de vez en cuando.

Mi abuela me llevaba cada tarde al parque  y paseabamos viendo lo árboles más altos del camino, todos los detalles me los iba diciendo uno a uno, mira su tronco cúanto más ancho más años tiene y mira sus líneas en ella puedes ver lo fuerte que se va haciendo, ves esas ramas...esas son nuevas y esas del año pasado, sus frutos estan  apunto de abrirse, ese árbol pronto cambiará de color y se caeran todas su hojas, mira allí a lo lejos...y mientras ella hablaba me transportaba a la tierra, al olor a hierba, a frescor de naturaleza, sabia, pura, a verdor de tarde que cae, como se pone el sol, como nosotros cuando cerramos los ojos, desde luego mi abuela sabía mucho.

Después de cada sesión de parque, mi madre me recogía y me llevaba a casa, muchas veces iba durmiendo en el coche deseando que ya nadie me mueva y quedarme alli hasta el día siguiente, pero siempre: ¡Lena venga! ducha y cena. Y luego llegaba la hora mas importante del día, donde se me olvidaba el sueño, las lágrimas derramadas por los  juguetes no compartidos, la pena de mi abuela cuando se acordaba del abuelo, la de mi madre mirando el teléfono a ver si papá nos llamaba, la del adiós a mi osito por la mañana, todo se pasaba cuando mi  madre me cogía en su regazo y abría un libro, podía contar las mejores historias aunque ya las conociera, cada gesto suyo hacía de cada palabra un jugueteo de sonidos al salir de sus labios, los susurros se convertían en atropellados soplidos de imaginación y todo separalizaba y solo existía ella y sus cuentos, ella y sus historias, ella con sus sonrisa iba rellenando mi mundo interior, mi mente, mis sentires, ella si que sabía lo que necesitab, ella me leía, me decía, me cantaba y esas sin duda eran las horas más felices de mi vida.

Entonces me iba a la cama con una sonrisa, con la satisfacción de haber recargado mi  mundo a su lado y me sentía grande, fuerte y valiente. Sin duda, así me sentía,"hasta mañana mami", era lo que me salía decir pero quería decir más, gracias, me has dado mucho más de lo que crees, me has dado la vida un trocito de la tuya a través de este momento, un trocito de tu mundo vaciado en mi alma, gracias por tus historias, por tus palabras y por enseñarme todo de este modo, por encender tu llama del color de ensueño y dejarme volar.

18 de octubre de 2010

8. Palabras

Desde los aprendizajes tempranos, siempre me interesaron las letras, para mi era un mundo indescifrable muy mágico y lleno de una perfecta armonía. Desde aquel día en que Sara  trajo muchos cuentos a clase y no paré hasta que los ví todos, supe que ese sería mi objetivo, entender todo lo que allí ponía, estaba claro sino podía decir con soltura lo que de verdad pensaba, a lo mejor podía escribirlo. 
Sara llamó a mi madre en tres ocasiones en un trimestre, y no es que yo fuera un trasto, como decía la abuela, que a veces si que era cierto, si no que, en palabras de la "profe" yo estaba siempre a lo mío y no queria estar con los demás, me concentraba en lo que e interesaba pero en lo que no, salía corriendo o hacia otras mil cosas a la vez. Mi madre le explicó que ella trabajaba mucho y que mi padre viajaba sin descanso, estaba al cuidado de mi abuela y por eso estaba un poco descentrada.
Pero aquel día, el de los cuentos, Sara se dió cuenta de mi objetivo: leer y en un segundo paso escribir.
Empece a reconocer las letras rápidamente y a unir unas con otras como si fuera un juego sencillo, no me costó tanto y al final de la escuela infantil casi leía mis primeras palabras, mi abuela se lo decía a todos y llevaba siempre mi cuento preferido a todas partes, el de "Las cosas de la rana", así se titulaba, yo no lo leía pero lo sabía de memoria, si que leía las páginas del cuento cuando la rana encontraba una: BOLA, luego encontraba una PALA, después se iba a buscar un MESA para poder tomar su SOPA y así hasta diez palabras, el panadero, el pescadero, el frutero y el carnicero, ya se sabían mi repertorio y todos siempre me daban piruletas o chuches diciendome después de cogerme de los mofletes, ¡qué niña más lista! ¡cuánto sabe! y yo feliz. Sara hacia lo mismo, me llevaba a las otras clases, las profes me daban muchos besos y después de leer mis primeras palabras todo el mundo concluía: ¡Lena qué bien lo haces! y yo pensaba, lo hago bien, porsupuesto pero yo quiero más, a ver si vais a pensar que esto es todo.
Y así terminé la escuela infantil y mi madre pensó que lo mejor sería llevarme a un colegio de métodos constructivistas donde mi aprendizaje sea como era yo, a mi me daba igual, pero lo que necesitaba era seguir aprendiendo y poder enseñar a todos lo quer tenía hace mucho en mi cabeza. Pero no fué así.
Cuando empecé el colegio me di cuenta que mis pensamientos siempre irían por un lado distinto de la vida que me había tocado vivir, mi mente volaba abriéndose paso entre olas tempestuosas y ráfagas de viento de polvo brillante, mis pensamientos surgían y se llenaban de todo lo que mis ojos veían a cada flash de segundo como fotogramas inamovibles en una pantalla de ordenador, permanecían impertérrito ante lo cotidiano esperando que yo los saque de allí y vuele con ellos hacia mundos lejanos, llenos de paraisos intangibles, de unicornios de plata y bosques de purpurina, de mares violetas y cielos de espuma, mundos que estan cerca pero que no queremos ver, que todos tenemos un trocito dentro, algunos muy dentro, pero se ven  a través de sus ojos, de sus miradas, de sus silencios. Esos mundos que nunca dejo de ver cuando abro los míos y miro la luz de los de los otros, de esos que me miran, de esos que saben, de esos para los que las palabras sobran. Esos mundos llenos de sentimientos, de pensares, de saberes, mundos mágicos, mundos maravillosos.

17 de octubre de 2010

7. Peque

Dicen que cuando uno toma conciencia y empieza a elaborar recuerdos permanentes está entre los dos y tres años de edad, pero yo empecé mucho antes, todavía recuerdo los latidos del corazón de mi madre cuando era lo más parecido a un anfibio en el medio acuático, o la cara de mi padre cuando le llamé por primera vez papá, todavía se asoma al cerrar los ojos, el olor a mi madre cuando se acercaba a darme un beso suave a la medianoche, todo lo conservo, todo lo grabo.
Mis dos años estuvieron marcados, y no es metáfora, marcados de verdad, dos puntos en la cabeza, uno en la rodilla, me tragué dos canicas, un trozo de goma de borrar, plastilina y un poquito de colonia, todo a la vez no, de uno en uno, pero mi lista se habría ampliado de no ser por mi abuela que abrió los ojos para decirme que ya estaba bien, que me haría mayor y que debía empezar a ser una niña y no un trasto. Al principio odié a mi abuela con todas mis fuerzas, pero creo que la muerte de mi abuelo hizo que ella se sienta fuerte y decidió hacer de mi lo que él hubiera hecho conmigo, mimarme y cuidarme enseñándome lo que necesitaba, fué entonces cuando ella y yo nos hicimos grandes amigas.

Todavía no entendía algunas cosas, de cómo un día podía ser tan largo y otro tan corto, porqué el agua del grifo no se acababa nunca, de cómo los mayores podían agotarse tan rápido y porqué yoseguía siendo pequeña cuando pensaba incluso mejor que otros adultos y me llamaban "peque". En fin, me dediqué a pintar y rellenar la vida de arco iris y soles inmensos, de caracoles con caparazones de colores y flores siempre tan grande como los árboles, de cielos azules con nubes sonrientes y de pájaros aleteando sin parar dando vueltas en mi mundo de papel. Miraba a la naturaleza con los ojos centelleantes del qué no puede creer lo que ve, las mariquitas en hilera o levantando el vuelo cuando no lo esperas, los nidos de cigüeña en el campanario de la iglesia del pueblo, las mariposas aleteando transparentes, los colores de las hojas, los frutos de los árboles cuando se asoman tímidos en las ramas, el recorrer del agua por caminos sinuosos pero a veces indescifrables, cuánta belleza y cuanto más cuando cierras los ojos y sigues viendo todo eso y oyes cuando te llama, oyes el murmullo de los árboles al viento y de lo que hay a tu alrededor, oyes el cantar de la naturaleza silenciosa y te ves dentro su sonido se adentra en tu corazón para que vuelvas a  abrir los ojos y puedas todavía mirar mejor.

Recuerdo las manos de mi abuela, las de mi madre, los apretones de mi padre y sus sonidos graves al llamarme, las cenas en casa llenas de risas, historias y olor a vino y café. Recuerdo el frío del invierno en patines y de mi primera vez en esquis, recuerdo la nieve cayendome en la nariz y los fuegos artificiales de aquella nochevieja, recuerdo las tardes en al piscina y mi albornoz de princesa, mis zapatillas de conejito rosas y mi peluche blanco. Recuerdo las margaritas del jardín que mamá siempre decían que florecían tarde y nos reiamos al verlas a destiempo, recuerdo mis noches, mis días, mis dos años estupendos, mis paseos y mis enormes ganas de seguir, de crecer de seguir viendo siempre así, con estos mismos ojos.

13 de octubre de 2010

6. Abuelo

Mi vida dió un giro al conocer mis expectativas con respecto a la educación, me encantaba llegar a la escuela y sonreir dejando mi mochila y sentarme a esperar la retahíla de canciones , juegos y cosas por aprender , todo en una misma mañana y con alguien en quien sabía que podía estar a gusto. Mi madre ya no se iba con el pañuelo en la mano y Sara y yo estuvimos muy unidas, pensé que mi mundo había tomado un curso tranquilo , cálido y envolvente, lleno de nuevos aprendizajes y que así podría permanecer siempre., pero la vida siempre tiene esas cosas que traen consigo aprendizajes que no te propones.

Era otoño por tercera vez desde que nací, iba a cumplir dos años y mi madre preparaba la reunión familiar con mucho ánimo, había comprado una piñata con forma de estrella con cintas multicolores que colgaban de los extremos, ella sonreía siempre cuando sus ojos se posaban en los mios para decirme que lo pasaríamos bien, pero ambas sabíamos que había algo que no encajaba en esas miradas felices. Mi padre se había ido dos semanas antes y ya había avisado que no estaría para micumpleaños, cosa que me parecia muy mal, pero que por otro lado entendía, él siempre estaba ocupado con sus reuniones de empresa, sus cócteles y sus asientos bussines en aviones de lujo, en fin , ya estaba medio acostumbrada a compartir con  mi madre ciertos privilegios, por eso le sonreía mas que nunca y me abrazaba sin parar la su pierna, hasta que me decía - vale, Lena, bájate ya- cuando me subía y me pegaba a ella como una ventosa y casi no la dejaba caminar; era mi abrazo, pero es que ella era tan alta y yo tan bajita que no podía abrazarla de otro modo, afortunadamente después si que pude hacerlo muchas veces y vaya que lo necesitamos ambas, cientos de veces, sí, muchas veces.

Sólo faltaba un día para mi maravillosos acontecimiento, no se cumplen dos años todos los días y yo ya estaba deseando tirar de esas preciosas cintas multicolores. Pero una llamada de teléfono me dejó sin tarta, sin velas, sin golosinas, ni risas, ni abrazos, ni cintas porsupuesto, aún conservo algunas de ellas guardadas en mi caja de recuerdos y al verlas aún las lagrimas se escapan y no puedo contenerlas.
Nunca se sabe cómo decir adiós a lo que amas y no se sabe decir adiós cuando te das cuenta que ya no podrás decirlo. Mi abuelo se fué un otoño, un otoño como los mejores de mi vida, todo me recuerda a él con tristeza mezclada con alegría, cuando veo el banco del parque donde él y yo estabamos abandonados a la brisa, sus paseos y sus vaivenes su risa y sus meneos, sus dedos jugueteando con mi pelo y las nubes de algodón de azúcar que solía darme a escondidas para que no nos regañaran. Su andar pausado y su chaleco gris con pañuelo en el bolsillo, su boina siempre conjuntada,  su bastón con un caballito en el mango, su sonrisa de medio lado, su olor a café y sus ojos con  mirada  de leer mucho y de soñar. Todo me recuerda a él, cuando el viento sopla y siento sus besos en mis mejillas, cuando caen las hojas y giran y giro yo con ellas de manos de mi abuelo diciendome - Venga Lena, vamonos a coger moras- Pero nunca las cogimos.

Se que un día iremos abuelo, se que un día iremos a cogerlas..pero no dejes de decirmelo. Por fin entendí lo que eso significaba, ahora que ya no tengo dos años y que no me importan tanto las cintas multicolores como antes, me repito siempre que lo necesito "Venga Lena...venga...vamonos a coger moras"

7 de octubre de 2010

5. Hada

Con esto de crecer las cosas a veces se vuelven difíciles, yo no me daba cuenta pero mis padres siempre se empeñaban en pesarme y medirme y todas esas cosas que hacen los padres, las visitas al pediatra eran tan constantes que me movia en la consulta como en mi casa, hasta algunos de mis juguetes estaban siempre allí.
Menos mal que era una niña sana o eso decían los médicos. Mis padres estaban emprendiendo rumbos diferentes, empezaron a trabajar y yo pasaba horas y horas en casa de mis abuelos y en su parque al que bajaba todos los días. Cuando llegaba mi madre parecía que me iba a deshacer entre sus brazos de tantos apretones que me llevaba, luego aparecía mi padre y nos ibamos los tres en el coche a casa, los rituales eran divertidos y todo estaba controlado, aunque a veces mi padre se iba una semana y mi madre hacía vida hippy, hoy aqui mañana alli, sin horarios y viva la pepa!.
Un día eso cambió, no se muy bien si porque los adultos cambian o simplemente son las circunstancias.Mi madre empezó "su jornada" así lo llamaba ella y ahora ya no me podía dejar tanto tiempo con mi abuela, mi abuelo estaba siempre en la cama y ya no me llamaba- Lena ven, vamonos a coger moras- antes siempre decía eso, pero nunca cogimos moras. Mi abuela tenía los ojos tristes y estaba casi siempre callada, la sonrisa ya no se veia en su rostro y mi madre decidió, lo que a mi modo de ver era su solución, ella y mi padre dedicaron varias semanas a elegir escuela infantil para mi, pasaban las horas en el teléfono y en internet comparando y clasificándolas en rangos indescriptibles, se hicieron eruditos en estimulación, gabinetes psicológicos y normativas de educación...y yo esperaba que me preguntaran si queria ir o no, total a la que iban a abandonar allí era a mi ¿¿no??, por sus gestos no parecia nada bueno aquel lugar ,y hasta me daba miedo, asi que solo esperaba el fatidico día en que ocurriera y así fué.

Era una mañana con un sol espléndido, los rayos jugueteaban a traves de las rendijas de mi persiana, y se colaban presurosos, abrí los ojos y mi madre ya estaba delante con un atuendo maravilloso para mi primer día, yo no sabía que era eso, a donde me llevaban, nadie me cuenta las cosas-pensaba- Me vistieron con premura y me peinaron, fueron mis primeras dos coletas de la historia de las coletas, y así fuí a conocer aquel lugar al que ahora le tengo mucho cariño, pero en ese momento y en los siguientes momentos era  mi catástrofé personal. He de decir que jamas derramé tantas lágrimas en un mismo lugar y a la misma hora, era matemático: 9=llanto, 9:05= mas llanto y luego ese llanto se transformaba en todo lo transformable, berrido, alaridos, patadas a la puerta y agotamiento, sobre todo agotamiento, estaba claro no queria estar alli, no se porqué no lo entendían. Mi maestra, Sara,que me aprendí su nombre en cuanto la ví, intentaba tranquilizarme pero yo no atendía a nada, bueno a una cosa si, queria irme. Era curioso como todos intentaban llamarla, nana, lana, tata, chara..todo menos Sara y llegaba yo y gritaba Saaaraaaaa!!! y ella venía. Estaba claro en cuanto entienda que me quiero ir, ella sería amiga mia.
Lo que ocurrío fué que no me dejó ir, sinoque además me planteba situaciones límite....traía cosas estupendas a clase, y se sabía miles de canciones, siempre estaba sonriente y le daba igual que yo hiciera caso omiso a sus estimulantes asambleas, ella las hacía para quien quisiera..y yo empezaba a querer. En mi mundo no había una Sara mágica, algo así como una hada de color violeta que desprenda luz y alegría, asi que decidí ponerla y se quedó para siempre.

5 de octubre de 2010

4. Yo misma

Nunca fuí una niña normal, bueno, de esas de libro con sus fases psicológicas ordenandas y consecutivas, yo más bien era de saltos. Por eso cuando mis padres me dejaron ser yo misma fué cuando  se dieron cuenta de mis rarezas. A veces pasaba horas entretenida con el cordón de mis botas como intentando atarmelas o mirando la lavadora cuando giraba incesante, otras veces saludaba a gente inesperadamente inexistente o corria sin mirar para lanzarme al vacío mas absoluto de un salto o a la carretera , daba igual no veia el peligro. Me gustaban las cintas en el pelo y los lazos que mi madre se empeñaba en conjuntar con mis vestidos, yo era para ella como su muñeca y ella para mi como la modista pret-a-porter diseñando su nueva colección conmigo de protagonista. Es decir eramos tal para cual.

Mis anhelos de tener alas y sobrevolar el mundo que me iba creando, no cesaban, ya dominaba mi cuerpo caminando y corriendo y lanzaba algunas palabras, pero ninguna tan seguidas como las que yo quería expresar, lo de hablar es difícil, nunca aprendí, aún ahora pienso que si tendría que decir algo seguro no me saldría tan bien como lo escribo.

Bajaba al parque una vez al día y conocí a varios niños que no decían nada ni con los ojos ni con palabras, algunos eran vivaces y todo impulsos, otros eran asustadizos y llorones, ninguno como yo, por eso me hice la dueña de ese territorio, controlaba sin dificultad los juguetes de todos y los repartia como si de Robin Hood se tratase, los pequeños y llorones me lo agradecían y tenia que enfrentarme a ciertos personajes rechonchos e impetuosos que siempre querian saltarse mis barreras, menos mal que no podían, si me planteasen ahora esa situación no se si saldría con la misma facilidad que entonces....pero es que entonces me comía el mundo, pero eso era literal, me comía el mundo empezando por la arena del parque...a ver, que era pequeña, aunque pensara como adulto.
Las madres de los otros niños eran como mis otras madres, me hacían carantoñas, me cantaban, me mimaban y hasta me cogian y me hacían volar por los aires como avión, como un pájaro....y yo me reía a carcajadas....así, así pensaba yo que queria ver el mundo, deprisa, con velocidad vertiginosa, con sabor a aire y mi cabello al viento, mis pies sin tocar el suelo, todo envuelto en una sonrisa, en una caracajada. Ellas no lo sabían pero me dieron muchas ideas, tantas como las vueltas en el aire, como las vueltas a la vida misma.

4 de octubre de 2010

3. Pequeña

Después de pasar de los regazos, dado que ya andaba a trompicones, mis padres decidieron que ya era hora de vivir otra vez, ya que hasta ese momento se habían dedicado en cuerpo y alma a mis modo de vida, es decir, a lo que yo solicitaba en cada momento, eso por un lado era mangnífico pero por otro no me daba tiempo a practicar bien mi llanto, no sabía muy bien como era, ya que al primer -ah!- ellos ya estaban conmigo en brazos y haciéndome carantoñas. Yo veía a mamá con ojeras desde hace mucho y quizás le habría dejado uno de mis libros de pedagogía y psicología que ahora releo pero no sé siquiera si  hubiera hecho caso de lo que allí pone, a ella solo le valía abrazarme y decirme cosas maravillosas para estar feliz, con las ojeras puestas pero feliz...y yo más.
Mi pediatra decía que era una niña sana, no había mas que verme, comiendo arena en el parque, urgando en los enchufes y llevandome a la boca cuanta pelusa encontrara en mi camino. Pero si, decidieron vivir y pase a la siguiente fase....mis abuelos, que lejos de aplicarme limites esa vida era a ún mas hippy que la otra y venga, otra vez estaba a lo que yo quería...en fin, que se le va hacer así era mi vida...muy dura por cierto porque no sabéis lo complicado que es cuando eso te falta...te sientes absorto en un mundo que no te pertenece y te preguntas ¿dónde estan todos? y las risas? y las carantoñas? y dices- ah. ah, aaaaaahhhhhhh- y nada se oye a tu alrededor...me di cuenta de eso mas tarde pero ya no había remedio.

Siempre pensé que quería crecer deprisa porque así mis sueños se cumplirían y mi mundo de caramelo se desvanecería para dar paso a las ilusiones mas cuerdas y todas logradas con mérito y hacer música y crear y pintar mis ilusiones al óleo y acuarelas en definitiva, ser. Sin embargo ahora sé que lo que de verdad quería era ser pequeña, mis ganas de ser pequeña siempre, entre barro derretido en mis manos, pies por el suelo que sabría decir muy bien a quien pertenecía cada cual, botas de terciopelo que me lleven despacio a cuentos estupendos y barcos de papel que naveguen sobre olas fluoresecentes, brillantes estrellas que me bailen al son de un violín de espuma de mar y ver amanecer con miles de pájaros sonando en mis oídos y a ras de suelo rodeándome y con mis manos repletas de soles centelleantes transparentes, repartir su brillantez a todos a mi alrededor. Esta claro ser pequeña es lo que siempre he deseado.
Los psicólogos dirían que era complejo con su nombre y apellidos, que no quería crecer por temor a las responsabilidades, pero que saben ellos de lo que yo tengo por dentro, del color de mi corazón y de cómo está dividido. Mejor no oir..y seguir como una mariposa aleteando sobre la arboleda de ensueño más espléndida de mi vida.

3 de octubre de 2010

2. Lena

Exactamente no se cómo un ser humano puede llegar a beber tanta leche o algo que se parece más a un líquido tranparente blanquecino que sale a temperatura ideal de los pechos maternos, pero es así, me alimentaba de eso con mucha dificultad, no me gustaba chupar de un pecho lo reconozco, ni tampoco el sabor dulce, sería que me estaba preparando para una lista larga de cosas que después no querría ni probar.
Perdón aún no os he dicho como me llamo, pero en realidad no sabría definir bien cual era mi nombre verdadero en ese momento, me lamaban pichurri, bicho, nena, gordi, peque, bebé, pequeñita, mofletes, hasta que por fin un día comprendí que mi nombre era uno que mis padres habían elegido al azar, vamos no era el típico nombre de mis abuelos, o tíos, ni tampoco de actores ni cantantes de moda, ni de jugadores de futbol ni baloncesto..menos mal!, ellos lo eligieron sin más, mi nombre es Lena, no Magdalena , ni  Malena...sino Lena.Y así fuí por el mundo con mi nombre como bandera, porque me gustaba y aún me gusta.
Mis primeras experiencias ciertamente no han sido excepcionales, el contacto con el mundo me hizo comprender que debía beber de la sabiduria de otros pero también de mis observaciones, por eso desde que pude, contemplaba el movimiento de cada cosa a mi alrededor para entender porqué se movia y yo no, lo descubrí después de muchos intentos, mi cuerpo no hacía caso de mi intención de ir corriendo y descubrirlo todo, que ganas tenía...ahora ya se me van pasando..pero no del todo. Estaba siempre en la hamaca que mi madre se empeñaba en llenar de muñecos cada cual mas estimulante que el otro, yo los miraba atenta pero mientras tanto soñaba con huellas en el mar, con  gotas de rocío en mis manos y dando vueltas en un caballo alado, claro mis sueños se interrumpían cuando mi madre se empeñaba en que vuelva a chupar aquel líquido del cual  ya he hablado, que insistencia, si yo lo que quería era saltar de sus brazos y correr.
Pero sucedió, di mis primeros pasos muy pronto y todo tomó un rumbo distinto, de repente comprendí que un buen día treparia por los árboles, correria detrás de los pájaros y me arrastraría sin parar por la arena y entre las olas, aún pensaba que algun dia volaría como las nubes de Velazquez y que tocaría sin dudarlo, la maravillosa luna para comprobar si era blandita como yo pensaba y si era magníficamente blanca como en mis sueños.
Aún tenía solo unos meses de vida y no entendía bien por qué nadie se daba cuenta de que yo necesitaba decir cosas, bueno, no sabía hablar pero lo intentaba con mis todas mis fuerzas, a veces me decían, si parece que quiere decir algo cuando mis agggggsssssss sonaban en un silencio. Pensé entonces que debía tener paciencia pero que almacenaria todas mis palabras para contarlas algún día...como ahora.