20 de diciembre de 2013

Villancico


La búsqueda y la necesidad de encontrar casi siempre van unidas,  aunque parezca que solo quieras terminar de buscar y saber si hallaras o no, en realidad el final es encontrar.

Descubrí que en Diciembre todo es de otro color, desde que escuché por primera vez las notas de los alegres villancicos, sus melodías se mezclaban como enrevesadas en mi mente, supe que no se irían con el tiempo y aún están allí y salen cuando termina Noviembre.

La búsqueda de algo no esta fuera de nosotros sino dentro, esta siempre, porque su curiosidad es impaciente, juguetona, creativa y atravesando todas las barreras corre y vuela sin descanso para hallar, para saber, para merecer, y en nuestra cabeza, como espacios llenos de carpetas, algunas vacías, otras reescritas y otras llenas, los encuentra. Sabe esperar, porque sabe que en esa espera está su sabiduría, su sosiego y su paz, en esa espera inquietante esta su aprender.

Invadida por esa mezcla absurda de letras religiosas y no tan religiosas, de sones y cánticos, me vi  en sandalias de verano y siempre alegre, recorriendo  las calles llevando esas pequeñas canciones a cambio de sonrisas y chocolates a las familias desconocidas de mi barrio, los niños y niñas que me acompañaban éramos felices así, la maravilla de lo sencillo en la búsqueda de la sonrisa y del todo por el nada, una época inocente que mi mente rebusca cada año. 

La necesidad, es más tranquila porque se sabe importante, pero sus frustraciones son mayores, no abandona porque espera un resultado final,  su paciencia es pequeña y es mas  el ansia de resolver, de zanjar, de saber que existe y al final se convierte en un sentimiento desesperado de satisfacción de una vivencia, de algo que quiere y que busca para repetirlo.

A veces, en navidades, mi mente abre la carpeta roja llena de letras con palabras que ya no veo, con frases que no están y con imágenes de las que no conservo más que las sombras con bordes  difusos. Las hojas con bordes envejecidos y un papel teñido de melancolía me busca y me encuentra mirando ojos destellantes de ilusión, manos que con palmas piden cánticos de navidad y estribillos que hablen de paz y de convivencia, de familia y de unión. Es en ese punto donde se escribe otra vez un villancico, su letra se tiñe de tinta y sonrío. 

¿He buscado o he encontrado?, me pregunto. 

Navidad de Verano

Duerme la noche fría. Como terciopelos sonrosados se oye el viento rozando con las hojas de los árboles y  la humedad fresca de una noche de final de otoño. Ya se ha terminado, la sensación de su partida se ha hecho evidente. Adiós sol y adiós a las rutinas con la luz por la ventana.

Duermen mis ojos, aunque el sueño que se aloja en ellos parece despierto, duermen sin querer despertar, no hay lugar para la realidad.
Especialmente frágil y sin titubear mis pasos me llevan sin retorno a lugares con olor a azúcar. Vuelvo y remiro en aquellos fotogramas que desprende mi mente, y veo la luz de una llama que crece en las calles de un barrio modesto pero lleno de vida.

No es otoño en esos recuerdos, es verano y aunque casi se me hace extraño escribirlo....no es otoño, es verano y es Navidad. 

Zapatitos en el árbol y corriendo a la cama grande, a cerrar muy fuerte los ojos por si vienen los regalos de aquel hombre de rojo, que ni siquiera sabemos de donde viene concretamente. Pocos sueños y pocos deseos, solo ganas de compartir y de celebrar. Nada de pena, cuando eres niño eso se aparca. Sin embargo una lagrima se queda en mi memoria, resbala lenta de los ojos cansados de alguien, no recuerdo quien, solo su recorrido, lenta y perfecta, la lágrima se posa sin querer, para de repente, se frena sin avisar, nadie la seca, ni le impide el paso, se deja caer y, así brillante se estrella en el suelo. En ese momento no sentí pena, solo la guarde, sin entender por qué.
Ahora es a mi a quien aquella lágrima me pide que la libere, pero hoy no la voy a dejar salir.