30 de noviembre de 2010

19. Bailarina

Ya desde hace algunos años me había dado por el baile, pero con siete me hice la idea de girar sobre una cajita de musica, como esas de los cuentos o las películas, como la del soldadito de plomo o la del cascanueces que un día fuí a ver con mi madre. Sentía un especial regocijo cada vez que estiraba en clase y mi profesora de danza se empeñaba en uniformarnos hasta en los movimientos. Mi observación jugaba un papel muy importante pero sobre todo me veía bailando sobre la plataforma giratoria y mi vida daba vueltas alrededor, ¡Qué sensación!.
Cada día de ensayo durante el curso ajustaba mis mallas y mis bailarinas rosas, estiraba los brazos lo más que podía para poder guardar el equilibrio necesario y era divertido escondernos detrás de las mesas apiladas al fondo de la sala para ponernos el traje de danza. Salía volando sobre las puntillas y mi madre me llevaba por los bordillos con mucha paciencia para que permanezca como yo quería: en equilibrio con el  mundo.

Cuando llegaba el día de la función, mis padres estaban en el teatro muy pronto, cámara en mano y me hacían un book impresionante, la felicidad de ese momento aún perdura en mi corazón cuando evoco este recuerdo, sus caras felices, sonriendo dándome en una mirada, en una sonrisa todo el amor, sencillo amor, eterno y dulce, amor como chocolate caliente o queso fundido, amor como caramelos gigantes o piruletas giratoriias, giratorias como yo de felicidad. Mis tíos y mi abuela también venían, me regalaban flores y besos, pero lo que más agradecía eran los abrazos esos pequeños montoncitos de cariño que sujetan un simple gesto, era magnífico y es magnífico poder recordarlo.

Lena, lo has hecho muy bien!!. Si, yo sabía que no era una experta bailarina sobre el escenario, pero esas palabras me hacían girar sobre la cajita de musica y sentir el mundo a mis pies, el  mundo en un paso de ballet.

25 de noviembre de 2010

18. Mi osito

Osito no tenía nombre, solo era osito sin más, sujetaba muy bien los cojines de mi cama y dormia a la perfección cerca del alfeizar de la ventana cuando lo dejaba mirando al sol, nunca se quejaba ni protestaba y casi siempre le gustaba estar cerca de dónde yo quisiera. Osito era mi preferido desde......desde siempre.
Su brazo era especialmente sujetable y su cuerpo abrazable como ninguno, blandito, con ojos color caramelo y nariz negra y pequeña, su boca estaba cosida con un hilo negro que no se como permanecia allí.Sus pies y su  manos tenian unas delicadas pezuñas suavez y blanditas como motas de algodón. 
Osito se arrastro conmigo mientras andábamos, se cayó de la silla de paseo muchas veces, recibió vomitonas, babas y lluvias y unas pocas lágrimas. Pero él seguía allí perfecto e imperfecto a la vez. Mi madre decía que debía pensar en dejarlo tranquilo, que a lo mejor los Reyes me traian uno y asi cada año hasta que cumplí siete.

Una mañana después de cepillarme los dientes, corrí a mi habitación para coger a osito de mi cama, pero no estaba, pregunté a mi madre si lo había puesto en la lavadora, que eso había ocurrido en otras ocasiones sin previo aviso y me encontraba al pobre osito dando mil vueltas dentro y mareándose sin que nadie pudiese hacer nada por él, y luego me tocaba a mi desmarearlo sacándolo al aire fresquito del jardín para que se seque y no vomite del mareo que tenía. Pero mi madre me respondió que no lo había visto. 
Buscamos en todas partes y no lo encontramos, osito estaba perdido y yo no supe que hacer solo ponerme triste y esperarlo sentada en mi cama mirando el sol, como a veces yo lo dejaba.

Mis padres me trajeron uno nuevo, un osito lleno de pelo color camel, sus ojos también eran de color miel y su boca estaba muy blandita poruqe tenia una lengua resplandecientemente aterciopelada con un gran lazo rojo en el cuello y en su pecho ponía Lena...pero yo me puse a llorar poruqe ese no era osito...sin duda no lo entendían.
Aquella noche no pude dormir y quería que Osito volviera pero no se me ocurría nada brillante.Al día siguiente me puse a desayunar con desgano, mi madre decía : no pasa nada Lena, pero si pasaba, a mi no, pero a osito si, a él si.

Fuí a coger mi mochila y mi abrigo para ir al colegio, mamá me había puesto las dos coletas de siempre esta vez mas altas que nunca y los lazos de rojo bermellón no se si para hacer juego con mis mejillas y mis ojos llorosos. Y cuando abría la cremallera de la mochila para guardar el bocadillo..vi a osito asomando un brazo y luego todo el cuerpo, salté de alegría lo abracé muy fuerte, le di muchos besos y le dije: quédate aqui quieto en la ventana, mira el sol yo te esperé igual cuando te fuiste. Y él se quedo quieto, sonriente. Sus ojos caramelo brillaban mucho y su boca cosida reflejaba mi calma y mi paz. Otra vez estábamos juntos,
Por las noches todavía lo abrazo fuerte y no le dejo ir aunque su boca ya no se ve y sus ojos no brillan tanto sigue blandito, abrazable y especialmente lleno de mi.

17. Viajar

Abrí los ojos, aún seguía en el coche, no me preguntaba casi nunca ( a diferencia de otros niños) si faltaba poco para llegar, pensaba en los detalles del camino, su árboles abrazándome, el cielo blanquiazúl, rápido y eterno que nos seguía y guiaba, lo que dejábamos atrás casas, puentes, caminos de tierra que siempre dan ganas de saber a dónde llevan, hierba, amapolas, y de repente: Lena, venga, ya hemos llegado.

Así eran los viajes, jugando a amarillo, veo veo, el número que toca, cantando, riendo y soñando, me detuve a pensar en sus detalles cuando mamá me dijo que, nos subiríamos, esta vez a un avión. Pensé que vería entonces por las vemtanillas: nubes? otros aviones? Pero los vaivenes me hicieron ver que desde allí no se ve nada más que tú. Al descenso, es verdad que te acercas a tu mundo y nunca mejor dicho, indescriptible sensación de bienestar, de volver al punto de donde partiste, la tierra. Pero volar no me trajo sensaciones distintas. 

Mis padres habían decidido llevarme a un lugar lejano lleno de gente y con casas muy bajitas, la fruta era distinta, el aire y los sonidos, conocí  a mucha gente que me miraba extrañada, todos me llamaban, Lena por aquí, Lena por allá y no sé decir aún si eso me gustaba o no solo que empecé de algún modo a sentirme niña, a sentirme como era, una niña sin armas, al parecer mis armas se quedaron allí en mi casa con mis juguetes, mis amigos, mi colegio y mi aire. Me sentí una niña indefensa, sin lenguaje, sin pensamientos distintos, sin proyecciones de ilusiones, que al parecer solo yo imaginaba en ciertas ocasiones, y es que allí en aquel país...de las maravillas conocí a niños que pensaban como yo, actuaban como yo y soñaban como yo....Ahora lo entendía, era el pais de las maravillas, y yo Alicia con mis padres de la mano, me los había traido a un gran sueño..y esta vez volaron conmigo y yo dentro de sus sueños era igual que otros niños, con las mismas sensaciones, pensamientos y sentimientos. Ahora entendía este gran viaje y porque no se veia nada por las ventanillas del avión.

Volar es magnífico, y volar a un país distinto siempre distinto, es maravilloso sobre todo cuando encuentras otros como tú.

14 de noviembre de 2010

16. Ellos son

Sucumbir ante la realidad es probablemente la actitud que me lleva a desplegar mis alas y volar, dejarme llevar y rellenar mis espacios irreales de vanalidades misteriosas o jeroglificos escritos en  laberintos de bordes redondeados. Mis amigos lo sabían, ellos siempre estuvieron acompañandome en la batalla que luchaba contra la realidad, con seis años tampoco era nada difícil...imaginaciones de niña...ya pasarán, comentaban los adultos a mi alrededor.

Por fin, mi padre se instaló en mi vida con su papel en plenitud, íbamos juntos a pasear los domingos, a montar en bici y mis amigos y yo corríamos por los verdes prados de verano con más alegría que nunca. Reconozco que fué entonces cuando empecé a mirar la realidad desde el sosiego, las florecillas del campo y las mariquitas se dejaban ver y yo disfrutaba de cada señal de vida porque yo también era asi de pequeña pero me sentía igual de importante, todos tenemos un papel en la vida, concluía al fin, todos debemos estar y ser.
No sólo yo noté el cambio, mi  madre, que tanto esfuerzo había hecho por llenar mis días de eterna alegría y lo había conseguido con creces, también ahora disfrutaba de la tranquilidad que dan esos pequeños momentos de sentirse a gusto, de sentirse bien, de sentirse felices.
Aunque todos sabemos que la felicidad es un momento, un trocito de nuestra vida, es como una descarga de emociones difícil de describir y difícil de olvidar.

Mis amigos y yo éramos incansables, disfraces, paseos en la montaña, fiestas a destiempo, cenas, viernes sin descanso y domingos de chuches. Emociones sin límite y diversión, esos eran mis espacios favoritos y ellos me hacían sentir que ser niña era fantástico, sin embargo yo seguía pensando en crecer, en tener tantos años como para saber todo de la vida y poder seguir creciendo, ver el  mundo desde allí arriba como los adultos y probar suerte con todo lo que se me pusiera en el camino. Pero disfrutar no está mal y mis años con ellos fueron lo más bonito y lo más divertido que siempre guardaré en un trocito de fieltro cosido a mi pequeño corazón.
Los niños  a mi alrededor iban y venían,  recorríamos juntos algunos caminos y luego venían otros y así, pero algunos que parecía que no estaban, al final de mi camino siempre esperaban, pacientes y en silencio, con la sonrisa puesta, con el abrazo a flor de piel, con la mirada expectante de querer oirme, de querer volar, de soñar conmigo y acompañarme. Esos, mis amigos....ellos son así.

11 de noviembre de 2010

15. Berta ( este va sin dibujo)

Ella era graciosa, su pelo flotaba como una nube de algodón cuando corría escaleras abajo, rojizo de sabor a melocotón, pensaba yo, cada vez que olía su melena rizada y pelirroja, la imaginaba comiendo melocotones a montones para tener el pelo con ese olor, llevaba gafas azules que resaltaban sus grandes ojos verdes y sus pecas debajo de ellas, le daban un aspecto de cómic.Ni alta ni baja, ni fea ni guapa, simplemente Berta.
Cada mañana Berta y yo entrábamos a clase juntas, nos sentábamos juntas y abríamos nuestros estuches de pinturas y cuadernos juntas, el tiempo que transcurría desde ese momento hasta que llegara un adulto a darnos clase, nos pasábamos contándonos lo que habíamos soñado y dibujábamos personajes difíciles de descifrar, bueno, en realidad los dibujaba ella, que se le daban mejor estas cosas, en el patio jugábamos con otras niñas pero siempre intentábamos estar en el mismo juego las dos y al volver a clase  reíamos de lo bien que salía todo cuando estábamos juntas.
Su  madre, una mujer fina, alta y con una larga melena morena, la esperaba sonriente a la puerta del colegio y Berta se despedía de mi con un gran abrazo y corría al lado de su madre, le daba la mano y entonces sus pies parecía que ya no tocaban el suelo de lo rápido que volaba hacia el autobús. Mi abuela nunca podía ir a ese ritmo y por eso no nos ibamos juntas y eso que vivíamos cerca una de la otra.
Su perro "Troqui" salía feliz meneando la cola cada vez que yo iba a buscarla para ir a por chuches o a jugar y daba vueltas de contento saltando y ladrando, a veces y sin que su  madre se entere le dábamos a probar nubes rosas o frambuesas con azúcar, solo un poco decíamos y él estaba feliz.

Nuestras bicis, nuestras pelotas, nuestros patines y nuestras cuerdas de saltar, lo compartíamos todo y era divertido soñar juntas, cuando acabe el curso nos iremos a la playa, al Caribe, con un bikini de brillantes y un sombrero rosa, tendremos algunos novios pero serán de las dos, creceremos en París y cuando vayamos a la universidad elegiremos escribir libros, una los escribe y la otra hace los dibujos. Seremos famosas y a la luz de los focos y pisando la alfombra roja nos haremos muchas fotos con vestidos largos y nos pintaremos los labios de color rojo.
Berta no está, mis letras la buscan y echan de menos sus dibujos, sus risas y su olor a melocotón pero yo la echo de  menos a ella y solo a ella. He intentado poner algunas Bertas en mi vida y algunos otros abrazos, pero aún es difícil.

4 de noviembre de 2010

14. Uno de estrellas

Con cinco mi vida ya no fué la misma, conseguí mi objetivo: escribir. Por fin pude decir un poquito de todo lo que pasaba por mi mente. Enlazaba las letras una a una intentando que el lápiz se deslice en el papel como las anémonas ondulantes del mar, sin esfuerzo alguno, que las palabras digan más que lo que ponían, que suene a melodía indescifrable, a sueño, a  cuento mágico, quería decir para que el mundo me oyera y sintiera.

Mi profesora, una mujer que a mi modo de ver  no dejaría nunca de ser guapa porque siempre sonreía, cogió mi primera historia y la leyó deteniéndose en cada letra, en cada palabra y yo expectante en el fondo de la clase hacia como  si me leyese un cuento, pasaba las hojas sin mirar y conteniendo el aire.....
- Lena, vienes un momento?
- Quien te ha contado esto?
- Nadie
- Nadie?
- Está en mi cabeza.... Y sentí mis mejillas encenderse, como cuando las luces del árbol de navidad tienen el modo de encenderse de leve a intenso, así me sentí...así me detuve dos minutos.
- Es muy bonito Lena...es precioso!!, me dejas que lo lea mañana en clase?
- Si, -repondí bajito-

El señor de las estrellas

Había una vez un señor que tenía manos de estrella, no podía mirarse en el espejo porque las estrellas brillaban y no le dejaban ver, no podía peinarse, ni lavarse porque las estrellas no son como las manos, no podía abrazar porque los picos de las estrellas se clavaban en las personas y muy triste se fué a vivir a una montaña. El señor de las estrellas todos los dias lloraba sin parar y las estrellas se mojaban y brillaban todavía más, el señor de las estrellas tenía que llorar con las manos en alto para que no se mojaran y se dió cuenta que si estaban siempre así le molestarían menos, asi que se subió la colina más alta y alli se puso a llorar, de sus ojos salieron rios, de los rios hierba, de la hierba bosques y de los bosques pájaros, los pájaros volaron mucho y llegaron al cielo y le pidieron a la luna que recogiera esas estrellas de las manos del hombre. Y por la noche cuando el hombre estaba con las manos arriba en lo alto de la colina, la luna se llevó las estrellas y el hombre se quedó solo, en silencio y sin luz. Lloró dos días por sus estrellas y con sus manos nuevas escribió  una carta a la luna, le pidió que lo llevara a vivir junto a sus estrellas porque de allí no se quería ir porque las echaba de menos. Desde ese día el señor de las estrellas vivió en lo más alto de las nubes y se encarga de encender las estrellas por la noche. FIN

Todos aplaudieron y me dieron un abrazo...Y yo me puse muy contenta, hice una portada a mi cuento y lo guardé en la cajonera de mi clase.
Me fuí a casa, en silencio....mi madre me miró y se dió cuenta de ......que no debía preguntar....y no le dije..no dije...que aquel hombre, el señor de las estrellas, era mi abuelo y que me había dejado aquí con sus bosques y su hierba, sus ríos y sus pájaros y que solo miraba cada noche al cielo para ver sus estrellas.

2 de noviembre de 2010

13. Hoy puede pasar

Mis principios y finales se parecen de año a año, iba creciendo y dando vueltas a cada aprendizaje, escribir de izquierda a derecha, utilizar correctamente los cubiertos en la mesa, combinar mi atuendo con mis accesorios, saber dar y recibir, dar las gracias y ser amable, pero nadie enseña lo que necesitas de la vida , es la vida quien te enseña aunque a veces no del mejor modo.
Mirando lo azul del cielo, una vez ,pregunté a mi abuela lo que veía alli arriba, porqué siempre levantaba la mirada como buscando respuestas en lo alto de las nubes, ella no respondió los ojos se le llenaron de pena y enjugó sus lágrimas y me dió un abrazo. En otra ocasión, pregunté a mi padre porqué lloraba al mirarme cuando llegaba a casa después de un largo viaje, no sé me dijo, a lo mejor necesito un abrazo y eso fué lo que hice, lo abracé tan fuerte que no creo que se le haya olvidado. Mi madre siempre estaba dando vueltas a mi alrededor, ella no se apartaba de mi en cuanto me veía, Lena ven aquí y jugábamos, Lena a cenar y cenábamos, Lena pon la tele y tumbadas en el sofá nos pasabamos viendo y no viendo, Lena ponte botas que nos vamos al campo, Lena mañana teatro, Lena hoy merendamos chocolate, Lena esto, Lena lo otro. Ella llenaba todos mis espacios y a mi me gustaba que los llene todos, sin dejar ninguno vacío, yo siempre quería más y allí estaba mi madre para proponerme algo que yo siempre aceptaba encantada.

Pero la vida se encargó de que a mis cuatro años aprendiera una cosa de la que aún me cuesta salir.
Un buen dia llegó mamá y dijo que debía hacer una pequeña maleta e irme con la abuela tres días, debió decir tres años, que fué lo que a mi me parecieron una vez estuve metidos en ellos, tres largos días sin su voz sin sus cenas, sin sus canciones, sin sus cuentos, sin sus chocolates y sin sus manos, tres días con muchos espacios vacíos. Mi abuela los intentó llenar de mil modos pero yo no quería hacerlo, primero empecé a llorar a ver si se acababa pronto, después me negaba a todo a comer a dormir a bañarme y a peinarme, y por último me di cuenta que no quería nada más, solo que volviera. Mi abuela me explicó que hay que saber esperar, pero a veces cuando pasa esto, esperar no sirve de nada.
Así fué como aprendí a echar de menos a alguien, entonces se convirtió en una cadena, primero eché de menos a mi madre, después a mi padre, luegoa mi abuelo y asi me pasaba horas y horas, llorando, negándome y esperando a que volvieran, algunas veces volvían, otras no. Ahora ya no espero, intento llenar mis espacios, sin estar vacía por dentro, dando algo a los demás. Con cinco años, supe que el mundo siempre me parecería ajeno, si al echar de menos a alguien me encerraba a no ser, ahora soy y estoy, se que hoy puede ser uno de esos días, que puede pasar, que me pierda entre jirones al sol, que las nubes me envuelvan y me hagan perder el rumbo de mis días, que tarde en oir tu voz llamándome bajito, que los colores de las estrellas de mi mente se vuelvan grises y ya no pueda pintarte ni a ti ni a mi mundo, que me sumerja en olas de tormenta y naufrague en una isla de cristal sin sol y sin luna, sin paz y sin nadie...y empezar a echarte de menos.