2 de noviembre de 2010

13. Hoy puede pasar

Mis principios y finales se parecen de año a año, iba creciendo y dando vueltas a cada aprendizaje, escribir de izquierda a derecha, utilizar correctamente los cubiertos en la mesa, combinar mi atuendo con mis accesorios, saber dar y recibir, dar las gracias y ser amable, pero nadie enseña lo que necesitas de la vida , es la vida quien te enseña aunque a veces no del mejor modo.
Mirando lo azul del cielo, una vez ,pregunté a mi abuela lo que veía alli arriba, porqué siempre levantaba la mirada como buscando respuestas en lo alto de las nubes, ella no respondió los ojos se le llenaron de pena y enjugó sus lágrimas y me dió un abrazo. En otra ocasión, pregunté a mi padre porqué lloraba al mirarme cuando llegaba a casa después de un largo viaje, no sé me dijo, a lo mejor necesito un abrazo y eso fué lo que hice, lo abracé tan fuerte que no creo que se le haya olvidado. Mi madre siempre estaba dando vueltas a mi alrededor, ella no se apartaba de mi en cuanto me veía, Lena ven aquí y jugábamos, Lena a cenar y cenábamos, Lena pon la tele y tumbadas en el sofá nos pasabamos viendo y no viendo, Lena ponte botas que nos vamos al campo, Lena mañana teatro, Lena hoy merendamos chocolate, Lena esto, Lena lo otro. Ella llenaba todos mis espacios y a mi me gustaba que los llene todos, sin dejar ninguno vacío, yo siempre quería más y allí estaba mi madre para proponerme algo que yo siempre aceptaba encantada.

Pero la vida se encargó de que a mis cuatro años aprendiera una cosa de la que aún me cuesta salir.
Un buen dia llegó mamá y dijo que debía hacer una pequeña maleta e irme con la abuela tres días, debió decir tres años, que fué lo que a mi me parecieron una vez estuve metidos en ellos, tres largos días sin su voz sin sus cenas, sin sus canciones, sin sus cuentos, sin sus chocolates y sin sus manos, tres días con muchos espacios vacíos. Mi abuela los intentó llenar de mil modos pero yo no quería hacerlo, primero empecé a llorar a ver si se acababa pronto, después me negaba a todo a comer a dormir a bañarme y a peinarme, y por último me di cuenta que no quería nada más, solo que volviera. Mi abuela me explicó que hay que saber esperar, pero a veces cuando pasa esto, esperar no sirve de nada.
Así fué como aprendí a echar de menos a alguien, entonces se convirtió en una cadena, primero eché de menos a mi madre, después a mi padre, luegoa mi abuelo y asi me pasaba horas y horas, llorando, negándome y esperando a que volvieran, algunas veces volvían, otras no. Ahora ya no espero, intento llenar mis espacios, sin estar vacía por dentro, dando algo a los demás. Con cinco años, supe que el mundo siempre me parecería ajeno, si al echar de menos a alguien me encerraba a no ser, ahora soy y estoy, se que hoy puede ser uno de esos días, que puede pasar, que me pierda entre jirones al sol, que las nubes me envuelvan y me hagan perder el rumbo de mis días, que tarde en oir tu voz llamándome bajito, que los colores de las estrellas de mi mente se vuelvan grises y ya no pueda pintarte ni a ti ni a mi mundo, que me sumerja en olas de tormenta y naufrague en una isla de cristal sin sol y sin luna, sin paz y sin nadie...y empezar a echarte de menos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario