15 de abril de 2012

Callada

Quería pronunciar las palabras que se asomaban una y otra vez en mi mente, pero no las dejé salir, quizás porque era un día lleno de sensaciones extrañas.
Una pequeña llovizna en un cielo azulado recorría mil veces la acera rojiza por donde mis pasos me habían llevado, sin pensar en nada más, continúe por el camino sinuoso, quizás era un carril bici, pero que más da cuando no piensas, puedes pasar, te lo permites. Y eso fue lo que hice, pasar, de mi mente, del camino y de las gotas que insistían en mojarme. No había pájaros canturreando, ni arco iris a pesar de ser primavera, no había abrazos, ni había fotos guardando mis pasos, pero sobre todo no había palabras.


Un eco rompía mi parpadeo, insistía en que volviese, recogiendo los últimos rayos de sol que aún conservaba el día, pero yo sabía que no quería volver, me había ganado las ganas de callar y de permanecer en silencio, me había ganado el no querer y el ir desechando soluciones e ideas, me había ganado la soledad.


Una laguna se veía al fondo, estaba llena de agua verdosa, que dibujaba al compás del viento, círculos concéntricos en los que reverberaba el sonido de las hojas de los árboles algunas todavía secas del invierno. El aire me mecía en su silbido y se llevaba todos mis pensamientos, mis dudas y mis penas, el aire podía y yo lo dejaba ir, pero volvía y en silencio, silbando se reía dejándome atrás, pero tampoco quería alcanzarlo. Notaba que mis pasos cada vez se hacían pesados en el camino  y que las ganas de decir no volvían.


No me di cuenta, y poco a poco, un humo invadió mi interior y con él me desvanecí lentamente, me convertí en una línea ligera y gris que fue evaporándose en medio de la naturaleza, me fui con mi soledad y mi tristeza, mis silencio y mis dudas.


Abri los ojos...la naturaleza sigue allí y yo aquí...en una quietud callada esperando evaporarme.