18 de octubre de 2010

8. Palabras

Desde los aprendizajes tempranos, siempre me interesaron las letras, para mi era un mundo indescifrable muy mágico y lleno de una perfecta armonía. Desde aquel día en que Sara  trajo muchos cuentos a clase y no paré hasta que los ví todos, supe que ese sería mi objetivo, entender todo lo que allí ponía, estaba claro sino podía decir con soltura lo que de verdad pensaba, a lo mejor podía escribirlo. 
Sara llamó a mi madre en tres ocasiones en un trimestre, y no es que yo fuera un trasto, como decía la abuela, que a veces si que era cierto, si no que, en palabras de la "profe" yo estaba siempre a lo mío y no queria estar con los demás, me concentraba en lo que e interesaba pero en lo que no, salía corriendo o hacia otras mil cosas a la vez. Mi madre le explicó que ella trabajaba mucho y que mi padre viajaba sin descanso, estaba al cuidado de mi abuela y por eso estaba un poco descentrada.
Pero aquel día, el de los cuentos, Sara se dió cuenta de mi objetivo: leer y en un segundo paso escribir.
Empece a reconocer las letras rápidamente y a unir unas con otras como si fuera un juego sencillo, no me costó tanto y al final de la escuela infantil casi leía mis primeras palabras, mi abuela se lo decía a todos y llevaba siempre mi cuento preferido a todas partes, el de "Las cosas de la rana", así se titulaba, yo no lo leía pero lo sabía de memoria, si que leía las páginas del cuento cuando la rana encontraba una: BOLA, luego encontraba una PALA, después se iba a buscar un MESA para poder tomar su SOPA y así hasta diez palabras, el panadero, el pescadero, el frutero y el carnicero, ya se sabían mi repertorio y todos siempre me daban piruletas o chuches diciendome después de cogerme de los mofletes, ¡qué niña más lista! ¡cuánto sabe! y yo feliz. Sara hacia lo mismo, me llevaba a las otras clases, las profes me daban muchos besos y después de leer mis primeras palabras todo el mundo concluía: ¡Lena qué bien lo haces! y yo pensaba, lo hago bien, porsupuesto pero yo quiero más, a ver si vais a pensar que esto es todo.
Y así terminé la escuela infantil y mi madre pensó que lo mejor sería llevarme a un colegio de métodos constructivistas donde mi aprendizaje sea como era yo, a mi me daba igual, pero lo que necesitaba era seguir aprendiendo y poder enseñar a todos lo quer tenía hace mucho en mi cabeza. Pero no fué así.
Cuando empecé el colegio me di cuenta que mis pensamientos siempre irían por un lado distinto de la vida que me había tocado vivir, mi mente volaba abriéndose paso entre olas tempestuosas y ráfagas de viento de polvo brillante, mis pensamientos surgían y se llenaban de todo lo que mis ojos veían a cada flash de segundo como fotogramas inamovibles en una pantalla de ordenador, permanecían impertérrito ante lo cotidiano esperando que yo los saque de allí y vuele con ellos hacia mundos lejanos, llenos de paraisos intangibles, de unicornios de plata y bosques de purpurina, de mares violetas y cielos de espuma, mundos que estan cerca pero que no queremos ver, que todos tenemos un trocito dentro, algunos muy dentro, pero se ven  a través de sus ojos, de sus miradas, de sus silencios. Esos mundos que nunca dejo de ver cuando abro los míos y miro la luz de los de los otros, de esos que me miran, de esos que saben, de esos para los que las palabras sobran. Esos mundos llenos de sentimientos, de pensares, de saberes, mundos mágicos, mundos maravillosos.

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