6 de junio de 2010

Míra, María


Los días transcurren sin prisas, hace calor, frío, casi no llueve, pasa...un día y otro y otro más.
Casi siempre es lo mismo, el resonar de algunas cucharas, el agua hirviendo, olor a café, a panecillos calientes, a leche volcándose en las tazas alegremente como diciendo venid a bebedme. Las zapatillas en su sitio, el uniforme del colegio, la cinta en el pelo y María bailando sin parar, parece que le hubiesen puesto esas zapatillas rojas del cuento, siempre con la mano en el dial de la radio….buscando que suena aquí y allá, de repente se para pero eso solo dura segundos porque después siguen coros, pasos, chasquidos y ritmos sin fin.
Suena Michael Jackson, ese cantante negro al que todos llevan en sus carpetas y libros y María ya no puede más, todo lo que toca es contagiado por su ritmo, las pinzas al colgar la ropa, la chaqueta que cuelga y descuelga girándola al aire, el cepillo del pelo haciendo una y otra vez que bailar sea contagioso, coge los pies de su hermana pequeña y limpia sus zapatos como si fuera un Dj en una mesa de mezclas, siempre sonriente, siempre alegre, y siempre dispuesta a atreverse con todo, valiente María.
Después de repartir besos a todos, cruza la puerta, su falda de seda recuerda a una bruma matinal del mar, como cuando las olas se mueven y dejan un rastro que dan ganas de seguir, así se va María, desaparece alegre, vivaz, nada la detiene.
Hay muchos que quisiéramos permanecer en ese tiempo, en un tiempo, en tu tiempo María.

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