20 de junio de 2010

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Cuando Fran y Su se conocieron hace dos otoños, apenas eran unos compañeros de recorrido, él cogia siempre la misma línea de metro que ella a eso de las dos de la tarde, a pesar de que había mucha gente en los vagones, ambos siempre cruzaban sus miradas al levantar la vista del libro que en ese momento tenian entre las manos. No se supo cómo ni cuando se hablaron por primera vez ni cuando empezaron a contarse el uno al otro lo que más le gustaba y entre tanta palabra compartían eso, el recorrido.
Era estupendo llegar al tren y ver a Fran dia tras día, para Su ese era su mejor momento.
Tampoco se supo como salieron del vagón juntos y fueron a ver a la abuela de Fran y eso también se convirtió en rutina, un dia y otro, de repente se vieron cocinando aquí y allí, siempre sonrientes contándose cada uno cómo habían pasado la mañana. Luego se despedían y cada uno tomaba su camino. Su con sus clases de guitarra y Fran con su segundo trabajo.
Todo era y no era la vez, la vida iba dando pequeños matices a sus vidas, un café, el abrazo que necesitaba en el momento oportuno, el escuchar, las palabras de aliento cuando la necesitaban, las risas, las miradas, el despertar ante la belleza del mundo, aprendieron a ser uno la compañía del otro y sin darse cuenta el amor los fué envolviendo en su primer paso, la ternura. Nada había para Su, que le impidiera coger ese tren al final de la mañana, que su corazón de un vuelco al ver a Fran ya en el vagón, los libros siempre cerrados, y la sonrisa en los labios, nada había más allá que mirar sus ojos para saber que estaba bien y que el abrazo de cada día era como una inyección de adrenalina que le hacía pensar que quería estar siempre así. No había nada, ya estaba él y cuando sus manos y sus ojos le decían hasta mañana, ella solo pensaba en cerrarlos para que llegue pronto ese momento.

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