10 de junio de 2010

Llueve




El cielo gris, amaneció triste las gotas tímidas de lluvia recordaban a lágrimas que a veces no quieres derramar, se detienen y en su recorrido dejan la huella de tu tristeza reflejada aún en tu rostro, al cielo le pasa igual.

No parece que la lluvia cesara pero descansa por espacios cortos de tiempo como si quisiera respirar, como diciendo ya no quiero llorar más, pero sigue.

Sin embargo en su incesante timidez deja rastros de su belleza, pequeñas burbujas cristalinas posadas en los pétalos de ramas silvestres que los hacen brillantes, una corriente inesperada que sigue sinuosa un camino difícil de descifrar hacia donde se dirige, marcas circulares bien definidas en el suelo que dibujan formas transparentes que a veces se van y otras se quedan. Su belleza se respira, el aire es cada vez fresco y su olor te invita a cerrar los ojos y disfrutar de las gotas en tu cara sintiendo una y otra vez el cosquilleo cuando te tocan

Aunque piensas que todo es gris y nada te ilumina, la lluvia te hace melancólico y dejas caer tus propias gotas, tu propio deslumbrar, tu brillantez, tus propios caminos sinuosos que recorren tu rostro y dejan la huella imborrable del dolor que te causa ese llanto.

Como si de un aliento de vida se tratara, todo cambia, se para y un rayo de sol aparece y te ilumina, la sonrisa vuelve a tu rostro, todo es más calido ahora, todo es de otro color y piensas que tus lágrimas ya no tienen por que salir, te las guardas y miras a tu alrededor, por fin, disfrutas, y aunque la presencia de la lluvia permanece igual que las lágrimas en tu corazón, no temas, da un paso o dos, o los que te hagan falta para llegar y allí estará quien tu esperas.

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