11 de enero de 2011

20. Pluma y papel

Las ideas te dejan de golpe a veces, creo que eso era señal de que me iba haciendo mayor. Tener ocho años implica responsabilidad pensé cuando abrí mi primer regalo: pluma y cuaderno de piel. 
En él decidí escribir todo cuanto ocurriese en mi mundo interior, nada menos que una emprendedora lucha de creer y saber, de soñar y perder.

Mi letra era clara y redonda, los cuadernillos Rubio habían hecho gran parte de su trabajo y en el intento de ser cada vez y de expresar cada vez, todavía la letra era más clara y transparente.
Me vi allí, frente al papel satinado, color hueso, pequeñas arrugas desdibujaban sus sinuosas páginas con borde dorado, pues si que lo ha buscado con detalle mi madre, pensé. La pluma se deslizaba suave, como bailando sobre aquellas páginas, débil y sutilmente, se adentraba en cada partícula del papel que se detenía pensando.
Y yo no podía seguir, no me salia nada...mis pensamientos eran en ese momento difíciles de expresar, mis sueños estaban rodando sobre montañas nevadas o quiza flotando sobre aguas cristalinas en algún riachuelo al borde del camino sinuoso de algún bosque sombrío, mis palabras desechas sobre el aire, cada letra, cada sonido se lo llevaba el viento como un eco silencioso por caminos de niebla, de nube, solos y vacíos.

No pude seguir, no pude decir ni escribir, había pensado que no pararía, que seguiría sin fin, como siempre, como cuando te ries y te sigues riendo aunque ya hayas parado de reir, como un movimiento contagioso que hace que sigas y sigas, pero no, no pude.

Y solo llegué a escribir casi sin pensar y sin saber, sin darme cuenta de la pluma recorriendo el papel.

Cerré aquel cuaderno pensando en no escribir más y jugar como todos los demás niños, coger la bicicleta y llamar a mis amigas y soltarnos la melena y con el viento en contra pedalear, comer chuches y decir que revista leeré mañana, parar en una papelería y comprarnos comics para saber la continuación de una historia de aventuras, una historia de amor o una historia de magia....y seguir así...sin detenerme, sin contar y sin decir.....sin escribir.

Pero siempre se vuelve, y yo volví, abrí el cuaderno...y solo leí:

"Te quiero mamá"

Entonces me dí cuenta que si que había escrito mucho.

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