25 de enero de 2011

25. Leer

Cada uno de los años siguientes transcurrienron deprisa, era como si yo misma no me detuviera a soñar en los mundos que siempre me acompañaron, disfrutaba del aire del sol y de la compañía maravillosa de mis inseparables amigas de siempre. Bajaba a tomar helados, a patinar, a pasear por la montaña, a decir y reencontrarme en esas acciones, en esa frases, en ese nuevo mundo plano y sin sobresaltos. Una nueva etapa se abría a la más esperanzadora vida.

Mi profesora de 6º que en ese entonces llevaba el pelo rojizo y parecía que en lugar de peinárselo lo despeinaba, porque lo traía indescifrablemente alborotado, nos propuso una actividad  en clase, debíamos hacer una redacción de tres páginas de una pasaje de nuestra vida y entregarlo en dos semanas. Para mi el mundo se detuvo, cuando me puse delante de ese trabajo, no sabía si volver a despegar los pies del suelo y dejarme llevar o simplemente hacer como todas mis compañeras, contar las cosas sin más...es difícil decidir cuando tus palabras callan y tu corazón está dormido, no lo supe hasta ese momento.

Busqué aquel cuaderno de gomas fuertes que un día cerré y guardé, pero no lo encontré por ninguna parte. Pregunté a mis padres, a mi abuela y lo busqué otra vez sin éxito...su búsqueda se convirtió en una incesante intranquilidad, en realidad no sabía volver a empezar, a respirar mis sueños, mis propias alas no se abrían y ya no sabía cómo volver a  mi mundo especial. Mi madre intentó animarme y empezó a contarme pasajes de mi vida...infinitos, de cuando empecé a nadar, de cuando iba y venía con el abuelo de la mano, de cada otoño, de cada verano y de los inviernos sin gorros ni bufanda corriendo todos detrás...que se resfría la niña!, pero eso era lo cotidiano, lo previsible, lo vivido y yo era más cosas.

Decidí cerrar los ojos y mirar hacia adentro, eso dicen los psicoanalistas que vienen siempre bien, pero no se si ellos lo han hecho porque a mi no me sirvió de mucho, en realidad pienso que lo dicen para impresionar o quien sabe porqué, sopesé otros métodos como recordar, pintar, hacer dibujos, etc. Pero nada me valía.
Ese fin de semana mi abuela me llevó al ballet, la gran obra de Cascanueces estaba ante mi, espléndida, mágica, llena de ilusiones y sueños, rosa y fina, suave como un pequeño cristal, pero no me ayudó mucho. Volvía a casa triste y mi abuela preguntó si es que no me había gustado el ballet, le dije que si muy bajito,y entonces me llevó a una gran papelería de esas en las que hay mesa para los niños, alfombras de cuentacuentos, estanterías repletas de un sinfín de títulos, allí estaban todas las historias, todas las letras, todas las palabra y sensaciones....y de repente ese mundo se abrió ante mi, cogí el cuento de cascanueces, lo abrí y al empezar a leerlo todo se volcó a mi alrededor, ahora estaba entre elfos, duendecillos y  gnomos, entre ratones y soladaditos de plomo, entre bellas marionetas y princesas, bailarinas, todo era otra vez y  todo no era a la vez.
- Lena, nos vamos? Quieres ese  libro?
- Si abuela...y ...GRACIAS!!! y le día un gran abrazo por devolverme a mi y a mis sueños, ella nunca lo supo. Yo ya no dije. Había vuelto a soñar.....

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