24 de enero de 2011

24. Nadie

Desde los días que al parecer pasan sin sentido, mi vida iba creciendo en palabras, en explicaciones, en saberes y en razonamientos. Lástima que la vida no sólo se llena de eso, también están las dudas, los temores, los sueños y las frustraciones. 
Desde los días, la vida se me iba quedando pequeña, como mis 10 años, pensaréis que la vida nunca es demasiado pequeña, pero para mi si lo era, y un torbellino de penas a veces, inundaban mis razones de colores cálidos y azules.
Pensaba en lo lejos que quedaban entonces los unicornios rosas con cuerpos alados, lo borrosos que se hacían los días de otoño de algodón de azúcar, la ausencia de la mano que te acompañó y que ahora está a dos metros de ti, los brazos que te acunaron y ahora ya no te cogen, los ojos que ya no te miran solo en ocasiones especiales, la ternura de un beso, las palabras que se quedan y se callan pero que tú esperas y a veces no debes..no debes esperar.

El desvanecimiento de una infancia me hacía pensar en que crecer quizás no era tan buena idea, que mis ganas de ver y sentir el mundo a mis pies debía ser más despacio, pero los días y su ritmo vertiginoso no se detienen, no paran, no se resuelven. 

Atrapé mis sueños en un libro cerrado con gomas lo bastante fuertes para no abrirlo jamás, que nadie leyera mis pesadillas, mis ganas, mis gritos al vacío y mi modo de levantarme en el vuelo de mis sueños, que nadie lo oliera ni a café, ni a chocolate, ni a frambuesa ni a campanillas perfumadas, que nadie se acerque a mis secretos sombríos, a mis razones, a mis miedos y a mis explicaciones de como veo el mundo con mis gafas azules. Atrapé mis letras y mis sentidos, mis palabras y mis sollozos, mis ganas de pedir y mis ganas de preguntar, atrapé mis cosas, mis eternas cosas valiosas que aún conservo. Atrapé mis ganas, mis sueños y mi corazón acongojado. Atrapé mi mundo sin dejarlo salir.

Una Lena cambiada, crecida, con ganas de ser adolescente. De ver el mundo con ojos risueños, con esperanzas de que lo amarillo sea amarillo y lo verde verde, que lo pequeño sea pequeño y se albergue en mi corazón como lo grande. Una Lena, hija, y alumna, libre y sonriente, una vida de aprender a tropezar sin soñar.

Aunque por las noches, cuando la luna silenciosa aparecía en el cielo negro debajo de mi piel  o en un rinconcito de mi cabeza, de mi corazón, de mi respiración ...se oía bajito: vuela Lena, sigue volando....y yo cerraba los ojos, como ahora y me dejaba llevar.

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