27 de abril de 2011

Peti


Atardecer de calma sosegada y quieta, sobre las pequeñas ramas verdiamarillas de un arbusto escondido, al borde del más sutil silencio, al borde del abismo, suave, dormido.

No le da miedo porque el vacío no le importa, le gusta sentirse único y solo llama a otros cuando prevee algo importante, algo inusual e inesperado algo que lo saca de su sórdida absorción del mundo.
El sonido que emite es semejante a un canto repetitivo, una melodía incesante y pegadiza, aunque en general se oye y se distingue con facilidad, a veces no lo escuchamos porque estamos siempre ocupados en oir otras cosas, otros ruidos, otros murmullos, quizás nadie se detiene a pensarlo pero no lo oimos y él lo sabe.

Con sus pequeños y brillantes ojos negros mira extasiado, pero mira con vaivenes, pocas veces se para mirar como mirando a ciencia cierta, mira  a su alrededor y observa con atención si alguien le mira, parece que espera algo. Abre y cierra esos pequeños puntos negros meneando sin parar la cabeza de arriba abajo.
 Redondeado e inquieto, se agacha y se estira y se vuelve a inclinar como buscando hacia donde ir o dónde encontrarse mejor situado. Su aspecto vivaz y juguetón hace que no quieras dejar de mirarlo y revolotea sin descanso de rama en rama deteniéndose a sobrevolar un rincón del suelo para caer en picado y buscar alguna semilla.

De repente se para , se detiene en un montoncito de hierba, sus patitas delgadas encuentran lo que quiere, levanta la cabeza y mira a su alrededor y nos encontramos los dos, él en su absorta resolución de mantener un contacto directo y sin miedo alguno adelanta un salto que para él es un paso y más miedo tengo yo de dar alguno, de respirar siquiera, de soplar suave, de moverme sin más, no quiero asustarle pero más asustada estoy yo de tenerle tan cerca, sus plumas brillantes de un rojizo intenso en contraste con el ocre de sus alas de repente me sacan de mi miedo y él ya no es él y yo ya no soy yo.

Al unísono damos un paso atrás, yo doy un salto y él un paso, me mira con sus ojos pardos y yo con mis ojos negros y pequeños, sonrie y despliego mis alas sin planear demasiado y vuelo cerca de él esperando que no deje de mirarme y él lo hace, se gira jugueteando con mi incredulidad de sobrevolar sin saber...... me siento libre, pequeña,  ágil , el verde de las hojas de los árboles está tan cerca, las pequeñas motas amarillas de los troncos se deshacen en mis patas delgadas, bajo y levanto la cabeza sin descanso y le busco, él me sigue, no me ha dejado de observar y sonrie feliz afianzado al suelo erguido me saluda y eleva la mano extendiendome algo en ella, pero yo no voy, abro las alas y vuelo un poco más, la brisa suave del atardecer se entremezcla con mi cuerpo, siento su soplido como una caricia, renuevo mi aire, renuevo mi alma, cierro los ojos, bajo otra vez y me poso a sus pies.


Rojo intenso, negro vivaz, pequeño y efímero, maravilloso vuelo. Ya somos otra vez, tú y tus pequeños ojos negros y yo y mis pensamientos. Gracias por dejarme volar.

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