25 de abril de 2011

Pinza de Abril

Mira de lado, su sonrisa siempre es seductora, aunque los años hayan pasado por su vida, él sigue pensando que es espléndido y que esa mirada no falla, ese guiño no es en vano y que al viento, deja un halo de frescor cada vez que enseña el medio lado de su rostro contento. Ya vuelvo, parece decir con todo su cuerpo. Traje de chaqueta casi marrón , no me atrevería a decir que el marrón sea su color favorito pero esa sí es su chaqueta favorita, las coderas desgastadas pero impecables, jersey a juego camel mate, las trenzas que recorren a lo largo le hacen más elegante, camisa beige muy bien planchada, los pantalones negros con pinzas y la raya de los 60 grabada al plancharlos eternamente por el mismo sitio. Los zapatos brillantes, pareciese que va a conquistar el mundo entero. Sube ágil y decidido en el sillín de la bicicleta y pedalea campo a través, los caminos le recorren a él , a su paso todo se alegra, todo se ilumina, las madreselvas piensan que es primavera aunque allí es abril y empieza el otoño, da igual la vida está a su alrededor. Silba y su silbido es un canto a las versiones de caminantes jubilosos que lo escuchan y deciden sonreir al verlo de cerca. Cuánta vida en una sola acción, cuánta sonrisa y cuántas ganas. 

Pedalear es conservar el equilibrio en cierto modo, saber cuanto más a la derecha y cuanto más a la izquierda debes mantener tu propio peso para seguir erguido, pedalear significa continuar y el reto es seguir pedaleando, continuar en el camino que decidas manteniendo el eje de tus propias coordenadas de tu propio impulso, de tu movimiento. Sobre dos ruedas poco hay que pensar aunque si te mantienes encima del sillín es porque dominas el arte de la sinuosidad del pedaleo y de sus retos ondulados.
Pedalear es un arte que no conocía hasta que lo conocí a él, y me pareció un mundo mágico de ires y venires, de sonido y formas sinuosas, de llévame que no me atrevo, de tardes de caramelo de azúcar de caña, de olas prohibidas y guijarros gigantes que escondían mis pies, de atardeceres en la puerta esperando verle llegar fugaz e insólito, de migajas de pan en la leche que no me gusta, de sopas bobas, de palabras de risa, de bocadillos de queso caliente, de libros con olor a antiguo, de olor afeitado brillantina, de muñecas de lejos, de tardes de fútbol y de no me dejes diciendote adiós.
Es curioso verle alejarse por el camino pedaleando, va despacio, seguro, felíz y se decide a veces a mirarte, sonriendo despidiéndose alegremente con su sonrisa adolescente, adolescente a los 50, a los 60 a los 70. No se sabe cuantos tiene cuando te mira así, no se sabe si su vida ya pasó o está por venir.
Aún tengo la pinza de sus pantalones, solo la pinza para sujetarlos y el pedal no roce los bajos y pueda seguir pedaleando, esa pequeña pinza aún me sujeta a ti. No se pedalear pero te sigo aunque sea caminando.

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