7 de junio de 2012

Necesidades:oir

Preciso un momento, inesperado y cálido para pararme a sonreir, preciso un instante frágil aunque dure poco para empezar a sentir. 

Las necesidades son a veces difíciles de descifrar cuando viajas hacia un mundo que crees conocer, te apabulla el viento y el sol de verano, incompatibles, pero a veces coinciden en  un día que no sabes cuando fue o será. 

Suelen mis ojos mirar hacia afuera y dejar lo cotidiano  para saber que hay más, suelo callarme y dejar que hable el mar. Volviendo la vista me siento en el borde peligroso que describen los granos de arena resplandecientes de verano, mis pies acarician la suave espuma de un mar que hoy no me dice nada, pero yo todavía callo más y espero.
Sobre mi cabeza y aunque yo no la vea una gaviota vuela a ras de suelo aleteando como pidiendo que la mire, no hay curiosidad, porque sus alas y el sonido de su movimiento hacen que la imagine describiendo innumerables piruetas que me dejan pequeñas y finas la arena esparcida por mis ganas de oír al mar.

Él calla y yo quiero oír, se esfuerza por decir lo que no llego a escuchar porque sus sonidos bailan a la vez que el viento, mis ganas no coinciden con la realidad, suave se mece y se entretiene en dibujarme olas perfectas y su blanco ahuecado, lleno de aire, su blanco fresco me invade y me hace olvidar, se lleva sus olas retrocede y me busca, y me deja pensando en que estará pensando el mar.

Espero, las piernas desnudas como el alma, la brisa en la cara y los ojos cerrados. Puedo sentir mis dedos describiendo figuras en la humedad de la arena a mi alrededor, puedo sentir mi respiración relajada soplándole a la vida y soñando con el abrazo que el mar me da sin palabras. Pequeños trocitos de felicidad que aprovecho cuando los tengo, ese vaivén y él lo sabe, viene y se va, a veces con enorme olas, espuma rompiendo en mis pies y otras calma  sosegada, humedad chispeante de vida.

Suelo pensar que las necesidades son difíciles de descifrar aunque el mar te deje y se deje querer oír, hoy no lo escuché, no estaba cerca o no lo vi. 

Me levanté ya sin esperanzas dándole la espalda al azul imponente de una marea que se recogía al atardecer, mis huellas en una arena dorada por el sol y el reflejo de mi sombra callada y dormida me acompañaban, solo estaba yo y mis sueños de oír el mar, solo me había quedado el vacío de haber sentido y la ausencia de no tener más. No digo que no fuí feliz por los breves momentos en los que sentí, en los que vi como me ofrecía las mejores olas en una callada quietud que él y yo sabemos que nos gustan. No digo que mis ojos no brillaron reflejando la belleza de su imponente compañía en mi pequeña vida, no digo que no sonreí.

Pero sigo esperando a oír al mar ...quedo y cálido...como cuando era pequeña y no solía pensar en que las necesidades son difíciles de descifrar, sigo esperando oír...y oirte ....mar.


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